Justo ahora que tengo tiempo para hacer nada, pienso en todo y me siento encerrada adentro de mi propia casa, como también siento que estoy encerrada dentro mío. Siento que se trata de un encierro y no de habitar el espacio, ese lugar que encontré adentro mío está en ruinas y desordenado, poco a poco viendo unas ventanas que se abren a fuerza de meditación, pasatiempos, terapia y charlas con compañeras que vendrían a ser como las escobas de las que me agarro para barrer todo este lío. ¿Y Cuál es ese lío? Es esa nube de polvo que cubre al amor, ese olor a casa cerrada que se siente en las relaciones que perduran en el tiempo, donde sacar trapitos al Sol es como correr los muebles y limpiar la casa antes de mudarse. Donde salen todas esas mugres viejas que podrían haber hecho más ameno el ambiente, pero que solo se mueven cuando el cambio se trata de marcharse. Siento (y me hago cargo) que vamos por nuestras relaciones como por nuestras casas, poniendo adornos y cambiando cositas de lugar para darle al espacio una cara nueva, evitando siempre sacar la grasa que cae detrás de la cocina, a menos que caiga algo importante o entren lauchas y bichos a comerse la mugre que se fue juntando con el tiempo. Vivir con los guantes puestos dentro de esta casa es desgastante, guardando los trastos y pasando el trapo de este piso que ensuciamos entre muches. Una y otra vez me veo y puedo sentir a infinidad de mujeres fregando nuestros vínculos hasta que reluzca el amor; pero es que entre las ganas de colgar los guantes y lo opacos que quedaron los mosaicos, hacer que todo quede reluciente es tan denso como el olor a encierro, asi que me quedo con un desodorante potente y me siento a pasar el tiempo, con los guantes siempre listos para volver a fregar cuando la mugre me llegue al cuello. Esa mugre de la que solo yo me hago cargo, porque di la libertad a quien entró, de ponerse a ensuciar/me. Ese toc de que todo reluzca porque es la naturaleza de las cosas, o al menos eso me dijeron, eso vi hacer a mi vieja, a mi abuela, a mi vecina, a mi amiga, a mi tía y a mujer que se me ha cruzado por la vida. Reflejando esta situación pareciera que siento resignación profunda, que parece que mi rol en este mundo es el de fregar los vínculos amorosos hasta que reluzcan, aunque eso me deje desvastada; pero no, escribo estas líneas un poco desquiciada. Porque el patriarcado nos enseñó a las mujeres a compartir secretos de limpieza y el feminismo a sacar ese olor estancado de las cosas que perduran y nos gustan sólo porque las conocemos de memoria, liberando una especie de sensación confortable y comodidad. Esto es como tirar las copas que se rompieron y pegamos para que duren un poco más. A veces funciona, pero con seguridad un mil porciento más frágil, siempre al borde de romperse y astillar algún dedo, de lastimar. Es como poner felpudos y pedirle a quien entre que se limpie los pies, que lave lo que ensucia, que guarde lo que saca. En definitiva que se haga cargo de estar compartiendo este espacio que es mío y que no quiero volver a fregar, porque deseo que reluzca por si mismo y gracias a mi satisfacción y no al esfuerzo de tener que estar haciendo la misma tarea una y otra vez con cada persona que llega. Colgar los guantes es raro, porque las manos están suaves y se sienten como caminar descalza después de un invierno largo de medias permanentes. Cada momento que dejo los guantes escurriendo, siento que es el logro de permitirme sentir la realidad de las cosas. Las más suaves y las más ásperas y aunque todo el tiempo sea tentador volver a protegerme y hacer que todo reluzca, la realidad es que los guantes también juntan bichos y hongos. Esconderme detrás de la ilusión de falsa protección, para poder fregar más allá de lo que mis manos y espíritu soportan, es tan insano que reconozco un buen momento para hacer con mis manos lo que ellas puedan, hasta donde ellas sientan, regalándome la posibilidad de juntar unos cuantos cayos, que con el tiempo iré suavizando a base de amor, dejando los guantes listos solo para cuando lo amerite mi ocasión.
El amor en cuarentena
