Nunca más paró de llover. Nuestras ropas se amontonaron en el lavadero y ya ni ellas saben cuáles están limpias y cuáles están sucias. Anduvieron por todas partes: en las puertas, en las manijas de las puertas, en las sillas, en los respaldos de las sillas, en la ducha, en las cortinas, en las repisas.
Ya no podemos respirar, ya no tenemos lugar en donde descansar y ni siquiera sabemos cómo vamos a hacer para vaciar todas nuestras vidas. Parece ser que, si todo sigue así, vamos a tener que amontonarnos en el lavadero para sobrevivir y descubrir quiénes de nosotras estamos limpias y quiénes estamos sucias.
¿Cuál será la verdad del agua?
