Por Marcos Ongini
En nombre del Estado argentino las huestes del terror y el desprecio por la vida humana irrumpieron un día y decretaron la noche. La tortura, la violación, el robo y la desaparición de personas no fueron acciones desmedidas de una Junta de Comandantes maniáticos ni improvisados, sino el estudio y la planificación racional de la técnica al servicio de la muerte.
El discurso oficial fue difundido en la sociedad argentina desde una perspectiva biologicista, la cual sostenía que la familia, “célula básica del cuerpo social”, estaba infectada por el “virus de la subversión”, una “grave enfermedad moral” que destruía los valores occidentales y cristianos de la Patria, un cáncer social que era necesario extirpar. De allí, que el general Ramón Camps justificara el accionar represivo diciendo: “Nosotros no matamos personas, matamos subversivos.” Mientras tanto el ministro de Economía José Martínez de Hoz anunciaba: “Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”. Detrás de este velo discursivo, escondían el real objetivo: destruir el Estado de Bienestar y sustituirlo por las fuerzas liberales del Mercado, desarticulando toda resistencia social y política; instaurando así el neoliberalismo en la Argentina e imponiendo una “cuarentena” represiva de 7 años.
Después de la gran noche de la dictadura, Raúl Alfonsín asumió la presidencia sobre un oscuro y profundo pantano nacional en cuyo fondo se encontraban miles de trabajadorxs y estudiantes desaparecidxs, y una gran crisis económica producto de la desindustrialización del país. Sin embargo, su discurso inicial fue clave: “Con la democracia se come, se cura y se educa”. Revalorizando el rol intervencionista del Estado que retomaba la tarea de bregar por las garantías constitucionales de satisfacer las necesidades básicas de la población; a su vez dispuso al Estado como encargado de investigar los crímenes propiciados por el terrorismo que este había impartido y juzgar a sus autores materiales e ideológicos. Los ’90 fueron tiempos de “cuarentena” amnésica y despiadada, en la que Menem se dedicó a profundizar, obscena y descaradamente, lo que había iniciado la Junta de Comandantes a partir del ’76. El 24 de marzo de 2004, el presidente Néstor Kirchner, en la creación del Museo de la Memoria en la Ex ESMA, pidió perdón en nombre del Estado Nacional por tantas atrocidades cometidas poniendo fin a una “cuarentena” de impunidad y olvido. En 2018, Mauricio Macri, en sintonía con la política económica del tataranieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina, firmaba un DNU para “desburocratizar al Estado” con el fin de “promover la liberación de las fuerzas de la producción de todos aquellos mecanismos regulatorios y fenómenos distorsivos que impidan el desarrollo de las empresas”. También nos dejaba sin Ministerio de Trabajo, Salud y Educación, y con más del 40% de la población en la pobreza.
Este #24M2020 es el más atípico de la historia de nuestro país, la cuarentena nos obliga a no marchar como cada año. La pandemia del COVID-19 ha dejado más de 18 mil muertes y 400 mil infectadxs en todo el mundo. Hoy en Argentina existen 301 casos confirmados y 5 muertes. Transitamos un Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio para garantizar el bien colectivo por sobre los intereses individuales. Cuestión que no está del todo clara en ciertos sectores de la sociedad que actúan de manera egoísta y negada apelando a sus privilegios de clase como modo de impunidad. En esa línea, el ex presidente Macri habló hace pocos días desde Guatemala y sostuvo que: “El populismo es más peligroso que el Coronavirus”. Mientras el gobierno nacional lanza un paquete de medidas compensatorias para afrontar la crisis sanitaria y económica en beneficio de lxs que menos tienen, pudimos ver consignas en las redes sociales como “el que te cuida es el Estado, no el Mercado”. Todos los días se viralizan vídeos de argentinxs varadxs en aeropuertos internacionales pidiendo que el Estado intervenga porque las empresas aéreas y hoteleras se han desentendido, es decir exigiendo que el Estado haga lo que debe hacer: velar por las garantías de todxs; ¿raro, no? Esta misma gente, muchas veces, es la que despotrica con todo su odio a lxs pibxs desaparcidxs de los ’70, a las madres solteras que cobran AUH, a lxs pobrxs que comen de la basura y duermen en la calle.
En este día debemos defender al Estado que hemos recuperado desde el 10 de diciembre 2019 y la Memoria indestructible, que han cuidado las Madres, Abuelas y familiares de lxs que han luchado por un mundo más justo, con más solidaridad y amor por lxs otrxs. Nuestro ejemplo sigue siendo la Isla de Cuba. Como dijera alguna vez Fidel en las escalinatas de la Facultad de Derecho de Buenos Aires: “Nuestro país no lanza bombas contra otros pueblos ni manda miles de aviones a bombardear ciudades, nuestro país no posee armas nucleares ni armas químicas ni armas biológicas. Las decenas de miles de científicos con que cuenta nuestro país y sus médicos han sido educados en la idea de salvar vidas”.
En este día, y desde hace varios ya, circulan aires de incertidumbre y temor, pero también de esperanza porque quizás sea este el momento de replantearse nuestra existencia y llevar adelante de una vez por todas el lema de que “No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad era el problema”.
¡Por lxs 30 mil compañerxs detenidxs-desaparecidxs!
¡Ahora y Siempre!

*La imagen de portada de esta nota fue extraída de https://launion.com.ar/panuelos-blancos-por-la-memoria-la-verdad-y-la-justicia/